La revolución como pasado. Por Ricardo Forster

  

Francia, 1789. La Revolución Francesa comenzó con violencia en las calles y se terminó devorando a sus propios padres.

“Sólo aquel que sabe mirar su propio pasado como el monstruoso producto de la compulsión y la necesidad será capaz de recuperarlo como algo valioso para sí mismo en el presente. Porque lo que se ha vivido es comparable a una bella estatua a la que se le han roto todas sus extremidades al transportarla, y de la que ahora sólo queda el suntuoso torso, a partir del cual habrá que labrar la imagen de su futuro”. 

Walter Benjamin, Calle de dirección única

La revolución ha quedado a nuestras espaldas; su recuerdo es apenas un débil resplandor que nos sobresalta de tanto en tanto mientras nuestras preocupaciones se dirigen hacia otros horizontes que nada tienen que ver con los antiguos fulgores. La impetuosidad de la historia inaugurada en 1789, en aquellos idus de julio cuando las masas irredentas asaltaron la Bastilla iniciando una presencia siempre turbulenta, oscura y aterrorizadora para las almas bienpensantes y atribuladas de lo que en un futuro se llamarían las clases medias, se fue apagando en las últimas décadas del siglo XX cuando se desmoronó el sistema de opresión que llevaba, como nota sarcástica y maldita, el nombre de socialismo,...
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