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lunes, 25 de abril de 2011

El litigio por la hegemonía cultural. Por Ricardo Forster

Nos hemos cansado de escribir sobre una oposición esperpéntica que se parece más a una tienda de los milagros o a una comedia de vodevil decadente que a la expresión, imprescindible en democracia, de corrientes diversas que buscan influir sobre la ciudadanía y que aspiran, con legitimidad, a gobernar los destinos del país. La contundencia de los hechos, la sucesión de situaciones bizarras que involucran a la oposición hablan por sí solas: el despiste final del pequeño (ya casi invisible) señor Cobos que prepara simplemente su salida de la política después de haber alucinado con llegar, por el camino más corto del oportunismo y la traición, a la presidencia de la Nación; el zigzagueo del senador Sanz que, voltereta tras voltereta, va descubriendo que, para él, no alcanza el viento de cola que los medios hegemónicos intentaron crear para levantar el amperímetro de una candidatura que jamás pudo generar un mínimo de entusiasmo ni siquiera en los sectores conservadores de su partido; un Ricardo Alfonsín que viendo algo despejado el camino no acaba de sortear los reclamos, por un lado, de un seudo progresismo que alucina con los días iniciales del padre y, por el otro lado, del establishment que cada tanto lo aprieta para que se manifieste en consonancia con el espectro de derecha que involucra también a Macri, Duhalde, De Narváez y Lilita Carrió; del impresentable Peronismo Federal ya ni siquiera vale la pena escribir una línea, salvo para admirarnos de la insistencia de los Rodríguez Saá por hacer el ridículo como si fueran personajes de una novela mal trazada del viejo realismo mágico. Mauricio Macri, la última esperanza de las corporaciones, hace lo posible para recordarle a su electorado que su capacidad intelectual está a la altura de los grandes esfuerzos que tuvo que hacer en la vida para ganarse un mango. Desde la lejana China su padre esboza una sonrisa socarrona.
CONTINÚA:  http://www.elargentino.com/nota-135626-El-litigio-por-la-hegemonia-cultural.html

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