John William Cooke estampó una frase que dejó su impronta enigmática en la vida política e intelectual argentina al caracterizar al “peronismo como el hecho maldito del país burgués”. Frase explosiva, contundente y cargada de posibles y diversas interpretaciones que no han agotado, pasados los años y las vicisitudes nacionales, sus posibilidades y su dramatismo. Frase que dividió aguas no sólo en el interior, siempre tumultuoso y contradictorio, del movimiento creado por Juan Perón, sino que también conmovió a las izquierdas y a su relación difícil y laberíntica con ese corpus político decisivo de la vida argentina que, desde la lejana década del ’40 hasta nuestros días, ha sido y sigue siendo el eje vertebrador de los acontecimientos centrales y de las encrucijadas por las que ha seguido atravesando nuestro país.
Una frase que disparada por la sagacidad de Cooke intentaba conmover la tendencia, siempre presente en el peronismo, a su cooptación por el sistema, a ese proceso que parecía cristalizar en la transformación de su caudal popular y provocador en una fuerza capturada por las exigencias y las necesidades del propio mundo burgués contra el que se había rebelado, según la interpretación nada inocente de Cooke.
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