Un capitalismo subdesarrollado es aquel que no ha podido realizar la revolución que las burguesías de los países desarrollados realizaron en el siglo XIX tomando el gobierno y produciendo un notable crecimiento de las fuerzas productivas. Nuestra burguesía nacional es tan torpe que ha consentido con desagrado o se ha opuesto visceralmente a los gobiernos populares que han intentado concretar las tareas históricas que ella no ha podido realizar por su endeblez y cobardía. Una clase social no tiene destino histórico si actúa como el perro del hortelano: es impotente para hacer y ciega para reconocer los que otros hacen en su nombre. Es obtusa cuando sólo ve las limitaciones que se le imponen y no las ventajas que obtiene y que los balances reflejan significativamente aún en su versión diminutiva. Toda limitación al derecho de propiedad le produce un efecto similar a los perros doberman cuando se enojan: se enfurecen y no distinguen a los amigos.
Esas restricciones hoy se producen por arriba y por abajo. Por arriba, a través de la designación de directores activos en las empresas privadas con importantes participaciones accionarias heredadas de estatizarse las AFJP, lo que resultó posible a través de la eliminación- por un decreto de necesidad y urgencia- de la ominosa limitación impuesta por la ley que establecía un tope del 5% de representación con independencia del total accionario que se detentara; una rémora de los noventa que determinaba una discriminación irritante entre participación accionaria y representación política en contra del pueblo argentino.
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