Si es por la temperatura verbal, deberá convenirse
que dejamos atrás una de las semanas más agitadas de los últimos tiempos
aunque, probablemente, ésta salga a competirle debido a las cacerolas
previstas para el jueves. Como cada vez que suceden estos episodios de
altisonancia, la pregunta es si se corresponden con cuestiones de fondo;
si sólo son calenturas y chicanas propias de debates acalorados y temas
de alta sensibilidad o si, acaso, no habrá una combinación de ambos
factores.
La fiebre retórica tuvo su origen y pico en el discurso
parlamentario del diputado Andrés Larroque, durante la sesión en que se
aprobó el voto desde los 16 años. Al aludir al partido gobernante en
Santa Fe como “narcosocialismo”, desató una cadena de reacciones, harto
previsibles, mediáticamente observadas no tanto por la contundencia de
esa definición para cuyo escudriño final, concertemos, se requiere mucha
capacidad de fantasía. Imaginar como narcos a Binner, Bonfatti o
cualquiera de los miembros del PS, conocidos o ignotos, excede todo
comentario sobre lo profundo de la provocación. En consecuencia, para
empezar a separar la paja del trigo, descártese atribuir a la frase del
diputado algún carácter que no sea el de la picardía. Enseguida va el
interrogante de si la travesura valió por su propio peso o por el de que
Larroque es el secretario general de La Cámpora. Y es que, si no lo
fuera, si la diablura la hubiese perpetrado alguien sin relevancia de
cargo, “acusable” de ser un vocero de Cristina, ni la oposición ni su
jefatura mediática habrían encontrado argumento para justificar la
retirada del recinto. Nadie se toma el buque si el que ofende es Juan
Pérez. CONTINÚA: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-207154-2012-11-05.html
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