Una vez descubierta, la ciudad es intensa y frágil, no podrá
encontrarse de nuevo más que a través del recuerdo de la huella que ha
dejado en nosotros: visitar un lugar por vez primera es como empezar a
escribirlo.”
Roland Barthes
La ciudad y la literatura han caminado juntas, se han entramado la
una en la otra hasta volverse indiscernibles, como si ya no pudiéramos
atravesar las calles sin percibir que ciertas escrituras secretamente
invaden nuestro andar. Borges decía que algunos libros tienen la
maravillosa facultad de convertir en recuerdos del lector lo que son
experiencias del autor. ¿Cómo imaginar el París del siglo XIX sin Víctor
Hugo y Charles Baudelaire? ¿Qué decir de San Petersburgo que no
aparezca en Las memorias del Subsuelo de Dostoievski o en La madre de
Gorki? ¿Cómo imaginar San Salvador de Bahía sin Los capitanes de la
arena de Jorge Amado o algunas calles de Lima sin Conversaciones en la
catedral, de Vargas Llosa? ¿Acaso esa extraordinaria y lúgubre ciudad
que fue la Londres victoriana no es, en gran parte, el producto de un
Dickens o un Conan Doyle? ¿Y Viena no regresa, una y otra vez, cuando
leemos las páginas autobiográficas de Stefan Zweig y Elías Canetti? ¿Sin
conocer la Dublín de principios de siglo no la hemos internalizado a
través de las aventuras de un sólo día del Bloom de Joyce?
CONTINÚA: http://www.infonews.com/2013/01/04/politica-55267-la-ciudad-y-el-fantasma-de-la-aldea-global.php
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