El actual gobierno mantiene una
diferencia que se hace notoria cuando crece la espesura de hechos que
son portadores de cierta turbación y ambigüedad. Pero en las
innumerables tensiones de la hora, permanece siempre un sentido
decisorio ligado a un círculo efectivo de protección de las grandes
reformas introducidas en la vida social, en la economía de los sectores
populares, en las acciones que involucran al Estado asumiendo
responsabilidades colectivas indelegables. Y, desde luego, en el tejido
de la memoria nacional, como lo demuestran los juicios que siguen
ensanchando las fronteras de la democracia activa, hijos del hiato que
significó la decisión de que los símbolos del terrorismo de Estado
caigan de las paredes del Colegio Militar en donde superponían la
historia aciaga del pasado con las historias nuevas que debía vivir el
país.
Así, el kirchnerismo es un implícito y
explícito sentido de la historia basado en el igualitarismo político,
social y de género; en el desarrollo nacional compartido con nuevas
políticas ambientales, lo que aún debe perfilarse con vigor e
imaginación nueva; en la modernidad basada en críticas pertinentes a la
globalización; en el autonomismo de los movimientos sociales, aun cuando
entre ellos y el Estado todavía deben generarse posibilidades más ricas
de interrelación; en la promoción científica y técnica bajo el doble
resguardo de la soberanía nacional y la autonomía del pensamiento
crítico; en un latinoamericanismo activo que se inspire en los legados
más que centenarios y pueda concretarse en el siglo XXI en nuevas
sociedades mancomunadas sobreponiéndose a las acciones
desestabilizadoras que son un acecho permanente, como lo demuestra el
caso del Paraguay. Y tantos otros hechos, operantes en la memoria
pública, que no se pueden oscurecer por los tropiezos y obstáculos que
se ciernen en el horizonte. Pero el kirchnerismo es también una
actuación posible, necesariamente creativa, en un mundo capitalista en
quiebra, que como decían viejos y respetables escritos, surge y crece
con sangre entre sus poros, arrastrando a los procesos populares, muchas
veces, en su ordalía de decadencia y servidumbre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario