De una manera que no deja de ser asombrosa, tomando
un rumbo cada vez más verosímil pero a través de caminos impensados, día
a día se suceden hechos políticos que confirman el fin de un ciclo y el
principio de otro. Esta semana se linkearon entre sí dos contenidos de
la agenda mundial: por un lado, Julian A-ssange emergió como algo más
que el ha-cker platinado que le dio a Estados Unidos uno de sus peores
dolores de cabeza, difundiendo las enaguas mal cosidas de su política
exterior. Assange, lo que le sucede y lo que le sucederá, ya es un
símbolo de la libertad de expresión que surge de los nuevos soportes y
coyunturas históricas y que todavía no alcanzamos a conceptualizar,
disciplinados como fuimos para creer que la libertad de prensa es eso
que defiende la SIP.
Por el otro, el Ecuador que le dio asilo político a Assange es el
país que emerge de una región emergente, unida como nunca atrás de algo
que puede caracterizarse de muchas maneras pero que, en una línea más
descriptiva que adjetivadora, puede llamarse “autodeterminación”.
Precisamente eso que tanto Gran Bretaña como algunos vistosos sectores
de opinión locales pretenden para los kelpers, la autodeterminación, lo
lleva adelante una región enorme, multiétnica, pluricultural, rica en
recursos estratégicos, en puja constante con lo que lleva adelantando y
lo que tiene pendiente, que por primera vez crece sin que crezca la
desigualdad, con gobiernos de derecha y de izquierda pero todos elegidos
democráticamente, y que han decidido darse la oportunidad de ser juntos
un actor económico relevante, y de tener, en consecuencia, voz y voto
en el juego mundial.CONTINÚA: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-201816-2012-08-25.html
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