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miércoles, 29 de febrero de 2012

Los nuevos descubridores. Por Eduardo Aliverti

Hace quince días, tras el simple recorrido por los hechos sobresalientes o magnificados del comienzo de año, esta columna se permitía recordar la obviedad de que todo lo que ocurre en la política argentina –para bien, regular o mal– pasa exclusivamente por lo que hace o deja de hacer el Gobierno. La semana pasada, unas cuantas noticias volvieron a acumularse para corroborarlo. Probemos ir más allá.
El orden puede ser cualquiera, pero visto en repercusión mediática cabe empezar por el incremento de ciento por ciento en las dietas de los legisladores nacionales. Hacía varios años que no se modificaban, lo cual no hizo mella en la comprensible bronca general. El presidente de Diputados, Julián Domínguez, demostró que no tiene precisamente una cintura de avispa al promover el hecho cuando comienzan las rondas paritarias. Varios opositores reaccionaron indignados, con dos salvedades: la suba fue acordada con jefaturas de los bloques y, hasta demostrarse lo contrario, todos cobrarán con el aumento. Hugo Moyano ironizó con un pedido idéntico para su gremio. En algún momento, las acusaciones chocan contra la pared de que no puede nivelarse para abajo. Si la polémica se pretende estructural, hay enfoques más profundos; sólo que no pagan tan de inmediato como la demagogia de gastárselas contra la clase política. Los ingresos de funcionarios y parlamentarios vienen muy por detrás respecto de las distancias abismales que existen entre patrones y trabajadores de las empresas privadas, pero de eso no se dice una palabra. Y no vengan con la diferencia entre dineros públicos y particulares, porque el dinero es todo el mismo en términos de los estándares de acumulación capitalista y justicia o injusticia distributiva. La secuencia temática siguió con el espionaje de Gendarmería sobre manifestantes sociales. No debería entrar en la cabeza de nadie que este Gobierno impulse o apañe ardides así. Y menos que menos con la ministra que hay al frente. Las dudas, quizá, terminan de despejarse al apreciar el insólito ensanchamiento abierto por la prensa opositora. ¿Alguien creyó que llegaría a ver a Clarín y La Nación alarmados por persecución ideológica estatal hacia activistas públicos? Vaya y pase, con mirada aceptadamente impúdica, el tratamiento lacrimógeno que le dan a la contaminación minera cuando todavía deben explicaciones sobre los efluentes líquidos volcados al río Baradero por la planta de Papel Prensa.
CONTINÚA: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-187962-2012-02-20.html

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