La cotización del dólar es el tema mediático
predominante, por momentos excluyente, con una carga de angustia (?)
cotidiana y prospectiva que no se veía hace rato. La sensación es que
asistimos a un doble chantaje: el de los operadores del “mercado” y,
sobre todo, la presión de las corporaciones periodísticas opositoras.
El fallo de la Corte sobre la aplicación de la ley de medios y el
quite de la concesión a TBA aplacaron por no más que unas horas esa
supremacía ya propagandística de cuánto sube el paralelo. Es probable
que tenga más efecto el discurso de Cristina en Bariloche. Al margen de
su brillantez para encuadrar el 25 de Mayo y de poner en caja las
críticas por algunos episodios del viaje a Angola, rechazó toda
posibilidad de volver a sucederse en la Presidencia aunque no lo dijo en
forma explícita. Y para despreocupar sobre los verdes vaivenes,
manifestó desconocer dónde se habrá metido los billetes un amigo de su
hijo que en 2002 especuló con el dólar a diez pesos. Pero fue la propia
Cristina quien dijo que “todo se repite”. De acuerdo con su carácter de
elemento folklórico nacional y obsesivo (mientras le demos a “nacional”
el rótulo de “opinión pública”, en su acepción de suma de opiniones que
se publican), el futuro del dólar no sólo conllevará lo que ocurra
debido a aspectos técnicos locales e internacionales. La cotización de
la moneda norteamericana es en Argentina, histórica e invariablemente,
el ariete que se reserva la clase dominante como recurso de ataque
extremo, contundente, ejemplificador, cuando ve afectados ciertos o
muchos de sus intereses. No viene a cuento el debate de si este Gobierno
perjudica a los ricos tanto como los ricos creen o sienten. Al
contrario: podría opinarse y certificarse que nunca, o pocas veces,
ganaron tanta plata. CONTINÚA: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-195069-2012-05-28.html
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