La matriz despolitizadora ampliamente desparramada en
escala planetaria por la forma neoliberal del capitalismo no sólo
capturó el imaginario de amplios sectores medios de la sociedad sino
que, también, caló muy hondo en las tradiciones provenientes del
progresismo e, incluso, en quienes se referenciaban en las matrices de
la izquierda y de lo nacional popular. Uno de los rasgos sobresalientes,
sobre el que todavía no se ha escrito demasiado, es la mutación que se
operó, en el interior de esos círculos, en relación directa con la idea
de “democracia”. Asfixiados por una atmósfera de época que parecía traer
sólo aires viciados por el “triunfo” neoliberal, incapaces de digerir
el bocado en mal estado del derrumbe de las ideas igualitaristas y
profundamente desconcertados por la implosión, desde el propio interior,
de las experiencias mal llamadas socialistas, una amplia generación de
intelectuales, de hombres y mujeres provenientes de militancias
antiburguesas pasaron, casi de la noche a la mañana, de ser críticos de
la democracia formal a convertirse en sus adoradores más fervorosos,
contribuyendo a lo que el filósofo francés Jacques Rancière llamaba la
“democracia vivida como medio ambiente”.
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