Imagen: Leandro Teysseire
En las respectivas coberturas sobre la crisis de las
fuerzas de seguridad, La Nación cerró las notas a los comentarios, que
probablemente hubiesen sido del tenor de los que Clarín y Perfil sí
dejaron pasar. Perfil hace gala de un “Reglamento para el Uso de los
Espacios de Opinión Pública” –a los que denomina “los servicios”– en el
que se enumeran qué tipo de mensajes “no están permitidos”. Por ejemplo,
los que incluyan “un lenguaje vulgar, obsceno, discriminatorio u
ofensivo”, “todo acto contrario a las leyes, moral y buenas costumbres” y
“mensajes difamatorios o insultantes”. Parece que estos dos ejemplos
tomados al azar del pie de alguna de las profusas notas sobre la crisis
de prefectos y gendarmes no incluyen, a criterio de ese diario, nada
contrario a las leyes, ni nada ofensivo ni difamatorio. Uno de ellos
rezaba: “¿Dónde se escondió la cucaracha viuda? ¿Ya se rajó a Río
Gallegos?”. Otro, “Esta vieja hija de puta fundió el país y ahora se
arma su propio golpe para irse con la fortuna que les robó a los
argentinos”. Eso publican los medios en este país en que, según ellos,
corre riesgo la libertad de expresión.
La crisis de las fuerzas de seguridad trajo con ella un tipo de
tensión desestabilizadora –no porque necesariamente ésa haya sido la
intención, sino más bien porque los protagonistas son hombres y mujeres a
los que la sociedad les confiere el monopolio de la fuerza a cambio de
que no deliberen, y eso es un contrato social–. La ruptura de la cadena
de mandos es en sí misma un acto que desestabiliza al sistema
democrático: hay de hecho una estabilidad rota
CONTINÚA: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-204993-2012-10-06.html
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