Opinión
¡Paren
las rotativas! . . . ¡Paren las rotativas! . . .
¡Encontraron
más propiedades en la Psiquiatría! . . .
Sí, a los medios monopólicos les viene al pelo y ya la están utilizando para
“demostrar” que el país está en manos de una demente, ciclotímica, bipolar,
paranoica y esquizofrénica. Y que por eso
el Gobierno entró en pánico.
Con
ese “hallazgo”, y sin poder disimular
sus afiebradas expresiones de deseo, montan otra operación conspirativa
más -y van . . .- para hacer creer que la Presidenta no tiene todos los
patitos en línea y es candidata al Borda, que sus decisiones se rigen por el desquicio
de su trastrocada mente más que por convicciones político-ideológicas, que eso
se expresa en cada una de sus medidas y toda vez que hace uso de la palabra en
forma explícita o coloquial.
Para la prensa visceralmente opositora, convencer
sobre la “locura” de Cristina significa invalidar su gestión, con el burdo
objetivo de desautorizarla y desacreditar sus habituales mensajes.
Para colmo -se quejan-, por Cadena
Nacional . . . como si no hubiera ya una saturación diaria y abusiva de la
ilegal cadena privada del Grupo Clarín que, con su parafernalia mediática, sus
miles de replicadores y su prédica destituyente que pagamos onerosamente todos
los argentinos, invade el país hasta sus más recónditos rincones.
Cristina
utiliza la Cadena Oficial porque es la única forma de publicitar en vivo y en
directo los actos de gobierno que son maliciosamente ignorados por los medios
hegemónicos y para que éstos, como ya es costumbre, no le tergiversen sus
palabras.
En
otros tiempos que no debemos olvidar, cuando presidentes muy cuerdos, sensatos
y monosilábicos, se dirigían por ese mismo medio, los ciudadanos de a pie, pero
de buen tino, nos santiguábamos y nos cundía el pánico. Y si hablaban los ministros de economía, que eran los que realmente
mandaban, no había tensiómetro que diera abasto, y la taquicardia bien podía
competir con el Campeón Nacional de Malambo. Cada anuncio, indefectiblemente
era la crónica de un cuerdo pero enloquecedor sablazo anunciado. Y no lo
tergiversaban.
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