Cacerolazos; Messi en todo su esplendor; la oposición a pleno sacándole
el jugo a la flaca protesta de los porteños; YPF definiendo su plan de
acción para romper el cepo energético; 84,7 % de argentinos a favor de
abandonar el dólar como moneda de transacción mientras se suceden las
políticas para consolidar el modelo. “Al palo”, como lo dice el rock.
Del éxtasis a la agonía/ oscila nuestro historial./ Podemos ser lo mejor, o también lo peor,/ con la misma facilidad, dice el emblemático rock de la Bersuit, cuando describe descarnadamente las luces y sombras de la Argentina, un país que tiene tantas fases como un poliedro inacabable.
En una semana en donde hubo mucho que festejar
–anuncios de nuevas inversiones; crecimiento del comercio exterior con
decidido superávit; crecimiento del consumo en varios rubros en el
mercado interno; inauguraciones de obras, servicios y nuevas inversiones
productivas; acuerdos para leyes sustanciales a nivel nacional y
provincial, nuevo plan de desarrollo para YPF, etc.-, también hubo manifestaciones de un reducido número de personas
–porteños de clase media-media y poco más-, que impactaron en la
opinión pública, gracias a la resonancia que de ellas hicieron los
oligopolios de prensa. En todos los programas de debates de la
televisión nacional, conductores, economistas y políticos repitieron el decrépito discurso en torno del recorte de libertades que padece la población argentina y el apocalíptico futuro que el país tiene por delante.
Es oportuno dejar bien en claro que
los recortes a las libertades para realizar ciertas operaciones
financieras y económicas son comunes y corrientes en casi todos los países del mundo, pero mucho más, en los estados que rabiosamente protegen sus industrias y el trabajo de sus ciudadanos.
En Brasil, en China, en Gran Bretaña, en los EEUU, en Alemania, etc.
etc. es imposible pensar siquiera que un importador ingrese cualquier
producto que pueda competir con la industria o materia prima nacional y
mucho más improbable es que alguien pueda adquirir divisas, sin
justificar de dónde provienen sus recursos.
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