El derrocamiento “legal” del presidente Fernando Lugo es un duro golpe
al proyecto de unidad suramericana. No reaccionar frente a él sería
suicida. Brasil y Argentina cuentan con elementos para inducir a una
reversión de esa destitución viciada.
El Cono Sur acaba de recibir un directo al plexo. No es posible disimular la gravedad de lo acontecido en Paraguay bajo argumentos leguleyos que jueguen a las escondidas con la verdad aduciendo el carácter “constitucional” del desplazamiento de Fernando Lugo del poder. Se trata de un golpe institucional que amenaza no sólo al país afectado sino también al MERCOSUR, institución de la que Paraguay hasta ayer formaba parte y de la cual ha sido suspendido como consecuencia del golpe consumado contra su presidente.
La situación es grave y requiere de una enmienda rápida pues atenta no sólo contra la democracia sino contra el equilibrio geopolítico de Iberoamérica, donde está en curso una incipiente tarea unificadora. Este trabajo unificador ostenta todavía muchas debilidades. En parte estas pueden ser imputadas a los diversos niveles de compromiso que se detectan a la cabeza de los Estados que deberían configurarse como una entidad continental. No todas las dirigencias piensan exactamente lo mismo en torno al proyecto y son propensas a asustarse ante la magnitud del emprendimiento que ellas mismas han convocado.
Sin pretender establecer analogías abusivas, el dicho de Saint-Just en el sentido de que “quienes hacen revoluciones por la mitad no hacen más que cavar su tumba”, las palabras del tribuno francés deberían ser escuchadas por los mandatarios de los países del Cono Sur, pues encierran una verdad que, aunque provenga de una época y de unas circunstancias diferentes, suponen un principio conductor al que conviene atenerse.
Lugo ha supuesto, en la historia contemporánea del Paraguay, un tibio intento de enmendar el atraso, la pobreza y la injusticia que padece su tierra. Hay que reconocerle el mérito de haberlo intentado a pesar de la grave enfermedad que lo aquejaba. Pero el
liberalismo económico conservador y autoritario, que prorrogaba el de las dictaduras militares o cívico militares del pasado, siguió tan vigente como antes. Lugo no pudo o no quiso ir al meollo de la cuestión, que es la gran propiedad latifundista, explotadora, ineficaz y de por sí propensa a asociarse con las grandes transnacionales agrarias.
CONTINÚA: http://www.enriquelacolla.com/sitio/nota.php?id=286
El Cono Sur acaba de recibir un directo al plexo. No es posible disimular la gravedad de lo acontecido en Paraguay bajo argumentos leguleyos que jueguen a las escondidas con la verdad aduciendo el carácter “constitucional” del desplazamiento de Fernando Lugo del poder. Se trata de un golpe institucional que amenaza no sólo al país afectado sino también al MERCOSUR, institución de la que Paraguay hasta ayer formaba parte y de la cual ha sido suspendido como consecuencia del golpe consumado contra su presidente.
La situación es grave y requiere de una enmienda rápida pues atenta no sólo contra la democracia sino contra el equilibrio geopolítico de Iberoamérica, donde está en curso una incipiente tarea unificadora. Este trabajo unificador ostenta todavía muchas debilidades. En parte estas pueden ser imputadas a los diversos niveles de compromiso que se detectan a la cabeza de los Estados que deberían configurarse como una entidad continental. No todas las dirigencias piensan exactamente lo mismo en torno al proyecto y son propensas a asustarse ante la magnitud del emprendimiento que ellas mismas han convocado.
Sin pretender establecer analogías abusivas, el dicho de Saint-Just en el sentido de que “quienes hacen revoluciones por la mitad no hacen más que cavar su tumba”, las palabras del tribuno francés deberían ser escuchadas por los mandatarios de los países del Cono Sur, pues encierran una verdad que, aunque provenga de una época y de unas circunstancias diferentes, suponen un principio conductor al que conviene atenerse.
Lugo ha supuesto, en la historia contemporánea del Paraguay, un tibio intento de enmendar el atraso, la pobreza y la injusticia que padece su tierra. Hay que reconocerle el mérito de haberlo intentado a pesar de la grave enfermedad que lo aquejaba. Pero el
liberalismo económico conservador y autoritario, que prorrogaba el de las dictaduras militares o cívico militares del pasado, siguió tan vigente como antes. Lugo no pudo o no quiso ir al meollo de la cuestión, que es la gran propiedad latifundista, explotadora, ineficaz y de por sí propensa a asociarse con las grandes transnacionales agrarias.
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