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jueves, 28 de junio de 2012
El atardecer y la ignominia. Por Ricardo Forster
A mi madre que es hija de la tierra paraguaya y que siempre nos habló con amor de sus atardeceres y de su pueblo. El poeta Ricardo Molinari escribió que no hay atardeceres como los de la
tierra paraguaya. Cuando cae el sol se incendian sus llanuras
multiplicando las infinitas tonalidades de los rojos y de los verdes
ofreciéndole al admirado espectador una experiencia inolvidable. La
tierra de Roa Bastos sabe de bellezas y de dolores, de historias
fabulosas que se hunden en las mitologías guaraníes y de la permanencia,
ominosa, de la violencia y el autoritarismo. Su historia, la de su
pueblo, ha estado marcada por la cadencia de una lengua musical que ha
logrado, con esfuerzo y astucia, proteger cultura y memoria allí donde
la barbarie homicida buscó quebrar la bravura de una nación que supo
enfrentarse a una guerra infamada por tres ejércitos que tuvieron que
matar a casi el grueso de los hombres paraguayos para doblegar su
espíritu indómito. Un país sometido por una dictadura brutal que dejó,
en su interior, y una vez recuperada la democracia, una bomba de tiempo
que sigue estallando cada vez que su oligarquía necesita perpetuar su
poder.
El Paraguay es y ha sido una tierra de sueños y de injusticias. Una y
otra vez sus hijos e hijas han tenido que emprender el camino doloroso
del exilio, a veces político y otras, las más, económico. De a cientos
de miles han ido a construir un futuro que se les escamotea en su tierra
atravesando las fronteras de la Argentina y Brasil. Su trabajo, su
lengua musical y su cultura han enriquecido la vida de otros pueblos que
no siempre han sabido ser generosos con aquellos que derraman su
laboriosidad y su honestidad sin olvidar, ni un solo día, su propia
tierra quemada por los fuegos de la injusticia.
Hace un poco más de tres años surgió una esperanza. En la figura y la
palabra de Fernando Lugo, ex obispo formado en la tradición de la
Teología de la Liberación, hombre atento a las necesidades y los
padecimientos de los humildes, encarnó lo que parecía una utopía:
disputarle el poder a los dueños de la tierra, a los herederos del
dictador Stroessner, a los que transformaron al Paraguay en el paraíso
de contrabandistas y narcotraficantes. CONTINÚA: http://www.infonews.com/2012/06/26/politica-27117-el-atardecer-y-la-ignominia.php
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