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viernes, 8 de junio de 2012

¿Queremos preguntar o queremos saber?. Por Eduardo Anguita

Un amigo le contaba, hace poco, a quien escribe estas líneas, por qué iba al psicoanalista. Resulta muy interesante: al principio, el amigo iba porque el psicoanalista le hacía las preguntas justas, las que lo inquietaban. Al tiempo se dio cuenta, según contaba, que llegaba lo mejor: era él mismo quien se formulaba los interrogantes. De modo un poco rústico, este cronista le preguntó, entonces, para qué seguía yendo al gabinete del psicoanalista. La respuesta era que allí estaba la sabiduría del tipo: en darle un espacio para que él pudiera dialogar consigo mismo. Agregaba que lo bueno que le dejaba tanto vértigo era que cada vez creía saber un poco más quién es. La atracción a bucear en la identidad tendrá, seguramente, caminos de lo más diversos de acuerdo a la educación recibida y a los ambientes que uno frecuenta. Es probable que no haya más de un cinco por ciento de argentinos que vayan al psicoanalista, pero hablar del inconsciente es parte del imaginario colectivo, al punto que no faltan comentaristas en los programas de la mañana de las radios y los canales que hablen de estos temas. Es una marca argentina. Al punto de que la revista norteamericana Science dio cuenta, hace un par de años, de que éste no sólo es el país del mate y el asado sino el que tiene el coeficiente más alto de egresados de las carreras de Psicología por habitantes. No va a faltar el que aclare que no es lo mismo psicólogo que psicoanalista. Tampoco va a faltar el que pregunte por el precio de la yerba y del kilo de asado. Todo este laberinto es para hablar del dólar, porque parece un tema demasiado importante como para dejarlo en manos de los financistas o de los políticos. Algunos de éstos dicen que sólo uno de cada diez habitantes de estas tierras ahorra en dólares y algunos periodistas se meten en las declaraciones juradas de funcionarios para ver cuántos billetes verdes tienen declarados. Daría la impresión de que estos últimos cuatro años de crisis financiera no se limitan a la mala leche de los activos tóxicos sino a un límite un poco más preocupante respecto del papel de la moneda a la hora de transar bienes o servicios.
El escenario de la Comunidad Europea es tan complejo que no es posible prever si el euro seguirá siendo la moneda de esa región, que constituye el principal mercado regional del planeta.
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