Mientras se van silenciando las menguadas cacerolas empuñadas por un
sobredimensionado sector de la clase media porteña que intentó
rememorar el ruido atronador de algunas míticas jornadas de diciembre de
2001, desde las usinas mediáticas se sigue insistiendo con la retórica
de la catástrofe y la cercanía, ahora sí, ¡por fin!, de un Apocalipsis
económico tantas veces anunciado. Agoreros de profecías que se quieren
autocumplidas intentan instalar, bajo la forma de la certeza y de la
impunidad mediática, la llegada a nuestras costas del “Gran fracaso”.
Portadores de una absoluta impunidad discursiva y carentes de cualquier
espíritu autocrítico se dedican a propalar, con entusiasmo, la llegada
del “fin de los tiempos” que, para su devoción religiosa neoliberal,
supone la caída del “experimento estatista y clientelar” desarrollado
durante nueve largos años por el kirchnerismo.
Haciendo que miran hacia otro lado se desentienden de la brutal
crisis que hoy recorre las economías europeas, una crisis a la que han
contribuido decisivamente, como entre nosotros en los años noventa, los
planes de ajuste moldeados desde la más pura dogmática del libre mercado
y de la “valorización financiera”, baluartes estructurales de un modelo
que rescata a los causantes de la crisis (los bancos y las
aseguradoras) y castiga a los más débiles de la sociedad en nombre de la
“salud de las cuentas públicas”. De Grecia a España, pasando por
Irlanda e Italia, el laboratorio neoliberal sigue experimentando con la
vida, la salud, la educación, el trabajo y las jubilaciones de millones y
millones de ciudadanos que van siendo esquilmados y rapiñados en sus
ingresos y en sus derechos.
De la actual oscuridad europea nuestros sesudos analistas, los mismos
que ocuparon la totalidad de la escena mediática durante la
convertibilidad, creen poder extraer los instrumentos para devolverle al
país su “confiabilidad”. Son, al decir de Paul Krugman,
sadomonetaristas fijados en conceptos fetiches del neoliberalismo con
los que suelen llenar sus crónicas apabullando a sus afiebrados
lectores: “metas de inflación”, “equilibrio fiscal”, “ajuste en el gasto
público”, “tasas de interés sostenidas”, “salir al mercado de
capitales” y, por sobre todas las cosas, el fetiche de los fetiches
extraído de los lejanos orígenes del laissez faire, “libertad de
mercado” (¿qué diría Adam Smith del uso a destajo de su concepción por
quienes no han dejado de intervenir discrecionalmente en los mercados y
en las legislaciones para defender sus intereses en detrimento del bien
común?). Traducido a nuestro idioma esto significa: devaluación
(generadora inmediata de una colosal transferencia de recursos hacia los
sectores corporativos), endeudamiento al regresar con avidez al mercado
de capitales previo paso por su sistemática fuga hacia diversos
paraísos fiscales, eliminación del sistema de paritarias y tendencia a
la baja de los salarios, aumento de tarifas y recorte en lo que
consideran “gasto social”.
CONTINÚA: http://www.infonews.com/2012/06/15/politica-25724-nostalgias.php
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